Hace unos días explicaba qué significaba la expresión batir el cobre que forma parte de la url de este blog. Si vuelvo a pasar la aspiradora es porque parece que he vuelto a dejar que el polvo se acumule. Aunque empiezo a pensar que no es eso, que no es que se me haya acumulado polvo, sino que, las moléculas habituales han ido llegando y ya me he puesto nerviosa. Y que, además, he descuidado la otra parte. Una no es muy buena ama de casa y cuando el baño reluce, la cocina da miedo (y eso que están bien cerca y que esta casa es pequeña, aunque a lo mejor es por eso... porque esta casa no acaba de convencerme de que sea mi casa).
Además de batir el cobre o de gustarme el barro, todo depende de cómo quieran ustedes entenderlo, pienso demasiado. Me hice fan de Descartes a las 12 años por un libro de francés (¡¡¡!!!) en el que salía una frase suya (creo, porque acabo de buscar en Internet y nada se parece a mis recuerdos). La cosa es que yo me declaré cartesiana a la docena de otoños y a mi padre le pareció muy bien y a mi madre también. O, al menos, no dijeron lo contrario. Cuando fui más mayor y estudié Historia de la Filosofía me envicié con Kant, pero era la época de Selectividad y una tenía muchas ganas en la puerta para aventurarse con más. Pero creo que no lo entendí muy bien (o sí, vaya usté a saber) así que empecé a dudar: todas las decisiones que tomaba conscientemente eran sometidas a un riguroso y repetitivo análisis sin pies ni cabeza. Así una se ahoga. Yo se lo aviso para que no lo intenten.
Es una tendencia que mantengo, aunque sólo a ratos, alguno se me escapa y empiezo a girar y a girar y a girar y a girar y es un no parar. Hasta que alguien te avisa: "chiqui..." Y yo le miro con las pupilas dilatadas, muy grandes y entra la luz por esa rendija que han dejado y me aclimato y veo que aquello que tanto miraba sólo era una pelota. ¡Una pelota! Roja y brillante, ¡tan bonita! Y yo preguntándome qué era... y mira que cuando la vi pensé que era una pelota, pero oye, a lo mejor me equivocaba y la había tocado con la punta de los dedos, le había dado un golpe, la había olido, hasta chupado un poco, le conté una historia y me la puse en la cabeza como si fuera un sombrero; pero era una pelota.
Y es que me despisto mucho.
Y me exijo mucho.
Menuda mezcla.
De mayor estoy aprendiendo a ser pequeña y a renombrar las cosas. Así que ahora cuando veo una cosa que parece una pelota, aunque no coincida con la característica de bonita y roja, digo "Pe-lo-ta. Pe-lo-ta." (si puede ser alargando mucho las vocales y muy despacio). Y en función de si la necesito o no pues la cojo o ahí se queda. Y así con todo... Reciclo mis ideas, mis referentes y mis definiciones. Amigos no son lo mismo que eran antes. Y mi casa, tampoco es exactamente la misma que era...
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